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CIES, CETIS y otras cárceles

Un viaje que empieza con un engaño, un engaño que se nutre de un sueño. Aunque las rutas sean distintas, la historia se repite como en un carrusel de ilusiones rotas. En el caso concreto de los protagonistas de Los Ulises se trata de unas vidas suspendidas entre cárcel y cárcel, la real, la metafórica, la visceral y la simbólica. Primer paso: abandonar la India y tras un tortuoso viaje de dos años por África, llegar, escondidos en el motor de un coche a la 1ª parada: Ceuta. Pero no es el CETI (Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes) la verdadera cárcel: es la propia Ceuta, con su complicada posición geopolítica como ciudad española en la costa africana, la “dulce cárcel” o “cárcel a cielo abierto”, en las propias palabras de los inmigrantes ilegales, de donde no puedes salir en años ni para adelante ni para atrás, ni te deportan ni solucionan tu situación. Ni te puedes empadronar ni los años allí pasados cuentan para el arraigo. Te pasas el tiempo mirando el mar, cual Ulises, vislumbrando el sueño irreal a tan solo 14km. Pero después de la agitada historia de los protagonistas, que se echaron al monte para empoderarse de sus vidas y visualizar la injusticia, que es el período narrado en la película, llegó por fin el traslado a la península y la siguiente cárcel: el CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) donde pasas 2 meses encerrado, sin apenas derechos, visitas, como un criminal cuyo gran delito es no poseer los papeles en la gran fortaleza Europa. Una vez fuera, la cárcel sigue: redadas, constantes detenciones, horas de comisaría, miedo permanente a la deportación e imposibilidad de una vida digna. Así, entre cárcel y cárcel, se cuenta la historia de Los Ulises, una más dentro de este mundo infame.

Agatha Maciaszek y Alberto G. Ortiz