El ángel exterminador

Dir.: Luis Buñuel

Int.: Silvia Pinal, Enrique Rambal, Claudio Brook.

México, 1962

90'

“Yo creo que la gente del pueblo, la gente baja, es menos sensible al dolor…¿Usted ha visto un toro herido alguna vez?…¡Impasible!”.

Si la libertad fuera una cuestión de clase, no de la gente baja, sino en particular de la burguesa, tal vez Buñuel se habría llevado la Palma de Oro en Cannes con esta película de confinamiento mejicano. ¿Sería entonces un premio burgués? 

Ese albedrío que se siente confinado, oprimido, pero que no concibe sus motivos, nos recuerda a la llamada a la libertad, enmarcada en el viejísimo debate que la contrapone a la seguridad, frente al estado de alarma decretado por el gobierno para contener la pandemia del Covid-19, que si bien se ha dicho no entiende de clases, ha separado más si cabe, afirmando las brechas digitales, económicas y sociales. Esa “libertad cercenada”, que traduce el confinamiento de algunos en ataque infundado a la autonomía individual, hizo tomar las calles a una derecha furibunda. ¿Qué libertad salen a defender estas gentes?

Bajo el terso y delicado velo que recubre esa libertad perdida, los seres burguesitos buñuelianos van perdiendo sus nobles formas, mostrando su envilecida moral como automatismo de producción y reproducción, de aparente superviviencia. Una clase social que, en términos generales, está encerrada en sí misma, antes y después del confinamiento, y que se muestra incapaz de entender una perspectiva más profunda de la libertad, basada en la pluralidad, libertaria, que tiene que ver con construir un mundo sin dominación, donde cualquier forma de opresión no sea moneda de cambio. La crisis sufrida genera una involución moral de los personajes donde todo vale, y ni siquiera hay que presentar las acciones como loables en sus formas, podemos mostrar lo que somos, sin máscaras. Nos recuerda tanto a las actitudes de falta de solidaridad, mezquindad y miseria moral que hemos visto en ciertas capas sociales en estos tiempos. Hoy tampoco nos ha faltado el surrealismo. 

Si la libertad en una cierta forma es una cuestión burguesa (de hecho las ratas serviciales abandonan casi al completo la escena), donde el límite del confinamiento es la sempiterna distancia social con mi alter ego, mi otro yo, Buñuel nos lo contó de manera excepcional.

“Los criados habrán tenido sus razones para marcharse…¡Sí! Las razones que tienen las ratas cuando sienten que se hunde el barco”.