Molaría que la viera alguien más...

 

Tendríamos que empezar por decir que a las muestrenses nos gusta la comedia y el desenfreno, el humor absurdo, las patochadas, la irreverencia y el despisporre. Y que estos gustos arraigados y compartidos... no se reflejan demasiado en nuestra programación. A ver si este año, nos decimos en las reuniones donde empezamos a preparar la programación, a ver si este año cae una comedia. A veces caen y las celebramos como si hubiéramos logrado parar veinte desahucios. Pero, afortunadamente, la PAH es capaz de detener muchos más desahucios de lo que nosotros somos capaces de programar películas desternillantes. Para que conste, también nos gustan las películas de superheroínas, los musicales escandalosos, los thrillers trepidantes, el anime y la ciencia ficción.


Pero buena parte del escándalo, las heroicidades, la tensión y los mundos posibles, incluso las carcajadas, cristalizan en nuestra programación a través de ese género que se ha dado por llamar “documental”. Con comillas, claro, porque todas sabemos ya a estas alturas que la distinción documental/ficción no existe, que el árbol bajo el cual se enamora una bruja en la ficción es tan real como falso es el gesto que se repite varias veces para que lo capte bien un documental.


Hace ya muchos años, cuando la Muestra estaba a punto de nacer, Julio Médem, que acababa de superar la barrera del cine minoritario con Lucía y el sexo, presentó un documental, La pelota vasca, la piel contra la piedra. Un documental de los de toda la vida, ni híbrido, ni autoficción, ni de creación. Secuencia tras secuencia, unas personas (en su mayoría señores) contaban a la cámara su punto de vista y su opinión sobre el conflicto en Euskadi. Cuando se le preguntó a Médem por qué había elegido cambiar de estilo y hacer un documental, respondió (recordemos 2003, la ley de partidos, las manos blancas...): “Si la televisión no lo hace, lo tendrá que hacer el cine”.


Ahora no está tampoco tan clara la distinción entre la televisión y el cine. Ha estallado en miles de diminutos soportes y ensanchados formatos. Pero algunas, entre las que se cuentan probablemente todas las personas que han producido las películas que vamos a poner en la Muestra, seguimos pensando que el cine tiene la obligación, llamémosla moral, de contar las cosas como son, de desafiar la lógica narrativa del poder, de reproducir discursos que visibilizan los mundos posibles en los que sea posible vivir. Y, cuando el cine que hace eso se llama “documental”, lo que quiere decir es que ha elegido relatar esas posibilidades que nos rescatan contando con la colaboración activa de quienes las viven, las imaginan, las representan, las sueñan. Así que, aunque alguna de ellas se defina convencionalmente como ficción, se podría decir que todas las películas que programamos en la Muestra son, orgullosamente, documentales.


Venid a verlas. Venid a ver Brexitannia, un documental de terror y compasión, o Swagger, un documental que es un musical y un intenso melodrama adolescente. Venid a ver Viaje al cuarto de una madre, un documental sobre el encuentro en una mesa camilla de un móvil y una máquina de coser o En guerre, documental sobre el desgaste de la lucha obrera en los cuerpos y corazones. Venid a ver Zauria(k), Ouvrir la voix, Compramos tu barrio, El orden que habito, Chica seria y responsable, La consulta, Todo lo contrario, Penitencia, Fascínio, Quinqui Stars para compartir un rato de charla con gentes que cuentan historias que creemos ignorar, pero sabemos, e historias que creemos saber, pero ignoramos. Venid a ver y a escuchar a Donna Haraway, que es capaz de conjurar con la voz mundos vertiginosos en los que todo cambia para que la vida siga y Estado de malestar, que trata de poner imágenes justas a nuestras realidades cotidianas, que no coinciden del todo con lo que nos dicen que deben ser.


Venid a verlas todas, tarde tras tarde y noche tras noche, porque lo único que define hoy el cine, frente al estallido que fragmenta los soportes y trocea los formatos, es ver películas en compañía; porque, como decimos en las reuniones de la Muestra, mientras fingimos esperar a que aparezca una comedia, cuando nos encontramos con una de estas películas documentales, que nos desconcierta y nos atrae a la vez: “molaría que la viera alguien más...”