Reírse

La Muestra de Cine de Lavapiés nos presenta una comedia clásica de mitad del siglo XX


Si buscas en el callejero de Madrid la Plaza Xosé Tarrío, no la encontrarás. Tendrás que escribir Ministriles si quieres dar con ella. Aunque la Plaza Xosé Tarrío es uno de los espacios habituales de proyección de la Muestra de Cine de Lavapiés, no había tenido la oportunidad de acercarme hasta allí este año. La Muestra lo elige para películas populares y a ser posible de carcajadas. La que se ha seleccionado esta noche cumple ese propósito. En ese compromiso por participar en las plazas y recuperar espacios públicos para la ciudadanía se echa de menos el Solar de Lavapiés. Ha sido desalojado recientemente y no ha dado tiempo a recuperar y acondicionar otro solar a tiempo para esta edición.

En menos de minuto y medio, Paula Morales Plaza, nos acerca a un escritor acabado de novela negra que no termina de encontrar el final para su historia. Nuestra realidad de país corrupto y saqueado, la que vemos cada día en los medios, la de las cuentas en Suiza de tanto defraudador, es suficiente fuente de inspiración para mezclar con cualquier ficción. Sin dejar huella es un corto de animación con plastilina y en blanco y negro donde destaca la rapidez del desarrollo y la potencia de las voces elegidas.

Pero la estrella de la noche es Jacques Tati, a él le toca apañar un cambio de programación de última hora. Lo resolve con solvencia, pues Día de fiesta provoca carcajadas entre el público. Se proyecta una copia restaurada en color, pues la película tiene una historia peculiar. Tati se había empeñado en que su primer largometraje como director fuese también la primera producción francesa en color, así que cuando la rodó en 1947 lo hizo con dos cámaras, una experimental en color y otra en blanco y negro que serviría como copia de seguridad. Lo cierto es que la de copia de color se perdió antes del propio estreno y se tuvo que emplear la de blanco y negro.

Día de fiesta es una clásica comedia francesa, de humor sencillo, pero eficaz. Se basa en la torpeza del cartero, personaje que interpreta Tati, con la que nos lleva a situaciones hilarantes donde no podemos contener la risa, como ocurre por ejemplo en los gags de la bicicleta o en tantos de los «accidentes» que le persiguen. Es una película cercana al mimo, profesión de la que proviene su autor. La comicidad la explota con gestos acentuados y característicos. En realidad son técnicas del cine mudo bien evolucionadas. Esos gestos y detalles tienen mucho más peso en la película que los diálogos. Para crear mayor complicidad también se dan algunas repeticiones, como ese trozo del camino donde siempre espera el mismo insecto zumbón, un lugar que se convierte en común para el espectador.

No hace falta rebuscar para encontrar dos mensajes muy claros. El primero lo encontramos en la mirada hacia lo rural de la película. Lo que podría ser un atraso se va desvelando como un mecanismo perfecto, un remanso de paz y un costumbrismo bucólico perfectamente compatible con los valores importantes de la vida. El segundo de esos mensajes viene a través de la exaltación desde lo ridículo de lo americano como sinónimo de lo bueno. Lo americano se asocia con la rapidez y la precisión en la película, dos elementos que no están en el ideario ni de lo francés, ni de lo español. De pronto los dos mensajes producen una misma conclusión, la de que cada cual tiene su estilo y cambiarlo ni es fácil ni sirve para nada. Lo mejor va a ser mantenerse fiel a la propia personalidad, nuestras característica que nos han hecho así. «Viva la différence!».

Javi Álvarez
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