Lo que la sociedad aparta

La Muestra de Cine de Lavapiés nos propone una sesión underground y otra del cine denominado de autor

Cuando el año empieza, la Muestra de Cine de Lavapiés lanza su convocatoria de Cine Libre. Durante tres meses recibe las auto-producciones de sus autores con la única condición que utilicen licencias de copyleft. De esos trabajos recibidos se seleccionan unos pocos que forman una parte importante de la programación de la Muestra. No hay dotación económica, el premio es proyectarla durante la Muestra. La idea señala, en todo momento, un claro posicionamiento sobre la cultura libre y la proyección de cine gratis en el barrio, haciendo así que el dinero no sea obstáculo ni un elemento diferenciador. La Muestra es simplemente horizontal y quiere ser también, si es posible, un elemento socializador.

La otra parte de la programación se completa a través de una selección de títulos que decide la asamblea de la Muestra. Esa segunda selección se hace en varias fases. Las personas de la organización proponen películas que va a una lista de posibles. Cada persona vota (Sí, No o Depende). Aquellas películas con más de dos votos favorables pasan a la asamblea, donde se discute hasta que se cierra la programación. A veces ese camino se alarga, algunas de las seleccionadas finalmente no se proyectan. Eso es debido a que la Muestra pide siempre autorización a los propietarios para su proyección y alguna vez la distribuidora no da permiso.

Proyectar en una misma edición auto-producciones con copyleft y cine propietario parece una contradicción, pero no es otra cosa que nuestro presente con un modelo emergente y otro que se asfixia.

Tarde en el Teatro del barrio: lo underground

El Teatro del Barrio se une este año como un espacio más de proyección de la Muestra. Le ha tocado una sesión muy particular.

El primer trabajo es Crónicas de una nave loca, de Patricio Carroggio. En febrero de 2013 cuatro argentinos, un francés y un español emprenden un viaje a Colombia en busca del mundo interior del poeta León de Greiff. Podría yo aquí contar muchas cosas del poeta, pero muy pocas del corto. Como mucho me atrevería a catalogarlo con la etiqueta de vídeoarte. En él alguien lee versos del poeta mientras van pasando secuencias que parecen tomadas como recuerdo de unas vacaciones. Los textos son profundos, barrocos y con un cierto carácter filosófico y existencialista. Las imágenes están fuertemente influidas por la publicidad que vemos en la tele.

El polaco Michal Marczak es el responsable de Fuck for Forest, un documental sobre la ONG Fuck for Forest, una especie de comuna neo-hippy que obtiene fondos manteniendo una web porno-erótica y los invierte en causas medioambientales. El documental es confuso, sin un hilo argumental y un tanto torpe a la hora de llevarlo a cabo. Fuck for Forest, la ONG, en realidad es una forma de vida basada en el amor libre y la sexualidad abierta; el porno es una manera de mantenerla. Las causas de apoyo a la naturaleza, en el documental, no cuajan. Incluso dejan de ser bienvenidos para la comunidad indígena que les ha llamado. Aunque quizá ese momento fallido sea su mejor parte, cuando los protagonistas se enfrentan a sí mismos y a sus principios, el instante donde se ve la gran grieta de su vida. Todo se queda en puro desfase, en una pose, en una forma de quemar un presente aburrido. A final, un palestino en la calle lanza una pregunta inquietante que no se responde: «¿Y si fracasas?». Quizá el futuro solo sea eso, una decisión entre el éxito o el fracaso y todo depende del punto de mira que se aplique.

Noche en el cole: el cine de autor

Cuando oscurece, le toca el turno a La caza, de Thomas Vinterberg. La verdad es que tras la decepción de la tarde, la película me salva el día. Es lenta, opresiva, dura, pero tiene ángel. Sabe conectar. El danés Vinterberg nos arma un thriller psicológico de falsos culpables y falsos inocentes que retrata la hipócrita sociabilidad de nuestro tiempo y la desconexión con quienes viven a nuestro lado, auténticos desconocidos. Hace años Europa enfermó, en los países más ricos surgió también lo más depravado. Surgieron las dudas y el miedo al otro. La Caza es la película de la desconfianza y la vergüenza como seres humanos y como sociedad. La maldad es un cáncer que corrompe y contra la que a menudo es imposible luchar. No hay defensa contra el juicio de la opinión pública y además da lo mismo la verdad. A Lucas, un cuidador del parvulario, le acusan de haber abusado de una niña. Es falso. La película no juega a engañar al espectador sino a narrar el infierno en que se convierte la vida de Lucas, siempre en el punto de mira, como la presa a ser cazada. En el pueblo pequeño en el que vive y trabajo nadie le da una oportunidad para que pueda defenderse o explicarse. No le escuchan, y sin embargo le han condenado. También, en ese camino, le han quitado la dignidad. Incluso cuando su inocencia es manifiesta, entre sus vecinos no se levanta el castigo ni termina el acoso. Persisten incapaces de asumir una equivocación, seguros de que algo malo esconde.

La Caza es una película de detalles, de instantes, de miradas, de golpes, de intenciones, de humanidad. Transcurre en un lugar frío, entre almas heladas, dentro de una comunidad protestante que carece de la menor caridad cristiana. Esa falta de piedad humana que muestra la comunidad resulta asfixiante, sobre todo cuando van despuntando gestos de maldad que van tensando la situación. Sale a la luz una rabia subterránea que desemboca en una venganza incontrolable. Lucas se siente impotente y se va tiñendo de tristeza, marcado por un malentendido que creció lleno de veneno.

De su final se podría hablar largo y tendido, pues da pié a muchas interpretaciones y significa para cada espectador un posicionamiento sobre la culpabilidad y la sociedad. Sin duda es otro síntoma de que no es una película que deje indiferente. Si algo destaca por encima de todo, eso es la maravillosa actuación de su protagonista, Mads Mikkelsen. En sus silencios, en su contención, en sus miradas, en su miedo y en ese intentar mantener una dignidad robada se sostiene la película. No me puedo resistir a cerrar la crónica sin añadir una curiosidad, Mikkelsen participó hace unos cuantos años en una película española: Torremolinos 73.

Javi Álvarez
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