El cosmonauta, paradigma de cine hecho con licencias libres

La Muestra de Cine de Lavapiés confirma su apuesta por un nuevo modelo de hacer cine

Uno de los espacios habituales en la Muestra de Cine de Lavapiés es el Centro Social Autogestionado de La Tabacalera. Esta vez no ha sido el patio al aire libre el lugar elegido, sino su sala de proyecciones. Cada rincón es diferente, tiene el espíritu de quienes lo habitan y eso se nota. Con sus aciertos, y también con sus errores, La Tabacalera no deja nunca de ser un lugar en permanente situación de cambio, como si fuera un ser vivo en constante evolución. Entre los pasillos del microcosmos que es Tabacalera resulta fácil perderse, o sentir que se ha viajado a otro territorio, a una forma colectiva de entender lo social que está empezando a reflejarse también en la calle. Hay tiempo y espacio para el ocio, para el encuentro y, con sus múltiples talleres, también para encontrar un sitio donde formarse y aprender. ¡Quién sabe si con estas ideas de Wert no terminará convirtiéndose en la universidad gratuita a la que acudan todos aquellos que pierdan sus becas! La Tabacalera, desde su creación, ha sido un lugar que se anticipa, un espacio de convivencia desde el que despegan muchos de los múltiples movimientos sociales que marcarán nuestro futuro próximo. Los colectivos se alojan en La Tabacalera con plena libertad para desarrollar sus actividades, pero también cumpliendo unas estrictas normas de convivencia que todos han aceptado para compartir un espacio construido a través de la participación de sus gentes. No se puede formar parte sin asumir responsabilidades, es su ley de vida. Para tomar las decisiones se usa un modelo asambleario.

La película que se proyecta es El cosmonauta, de Nicolas Alcalá, un largometraje sustentado en un modelo nuevo que muchos apoyamos de una forma militante. Se ha financiado a través de un crowdfunding que ha involucrado a más de 4.500 personas, se ha licenciado de forma libre mediante creative commons, se ha creado una amplia comunidad digital de apoyo y, finalmente, se ha distribuido gratuitamente a través de internet. Cada uno de estos detalles se encuentra explicado en su web la experiencia del cosmonauta. El hecho de aportar al mundo del cine todos estos nuevos conceptos, ha convertido a la película en un paradigma que ha creado muchas expectativas. Nadie duda de su riqueza en ese sentido. La propuesta, convertida en realidad después de tres años de trabajo, parte con esa ventaja que nace de la curiosidad y que a priori la hace tan atractiva. La sala se llena por eso, y es necesario buscar más sillas para que nadie se quedase sin verla.

El cosmonauta es pionera y un icono de un modelo cinematográfico que se está fraguando. Pero hay que hablar de los resultados. En lo fílmico, destaca una fotografía que retrata inmensos y desoladores espacios y con la que se construye todo el ambiente de la película. Hay una intención conseguida de crear un universo cinematográfico que transciende en la película y que la dota de un estilo propio. Se puede destacar su ambición, calidad y el trabajo estupendo en ese sentido de buscar hacer un cine «grande». Sin embargo, más allá de esos parámetros con los que se suele medir el cine de autor, algo que persigue El cosmonauta con claridad, no hay nada más que una nostalgia que lo tiñe todo y hace languidecer la película hasta morir. La verdad es que no funciona porque se queda en un conjunto de retazos que construyen un largometraje demasiado inconexo y con una complejidad innecesaria que no da facilidades al espectador que se quiere meter dentro. Es como si solo nos permitieran contemplar desde fuera su poesía, como si solo quisieran que miráramos el cuadro. Pero el modelo con el que está hecho (crowdfunding, licencias libres, comunidad digital y distribución en internet) no tiene ninguna culpa de ésto.

Cuando busco adjetivos con los que calificar el film mi vocabulario solo encuentra frío y distante. Me cuesta hasta explicar de qué va la película, cuál es el armazón que le da sentido y lo sostiene. Puedo decir que trata de la carrera espacial que enfrentó a Rusia y EE.UU. desde el lado soviético y cuando éstos ya la habían perdido, pero mentiría, ese contexto no es más que una disculpa para desarrollar un triángulo amoroso lleno de celos, de secretos y de decisiones egoístas. Me gusta el fetichismo con el que se recrea lo que ocurre en el centro Zvezdny Gorodok (la Ciudad de las Estrellas), un lugar secreto de las Fuerzas Aéreas Soviéticas donde se realizaba la investigación espacial y la preparación de sus cosmonautas. Me interesa el humo alrededor de las discusiones científicas, las palabras no dichas, las frases a medias, lo insinuado, lo presentido… todos esos elementos con los que se crea ese ambiente tenso que da la importancia de un momento histórico y que la película sabe reflejar. Pero me aburre el sentimentalismo de la historia de amor a tres bandas que nada tiene de novedosa y me sonroja que se apodere del espacio central para ocuparlo por completo y sin miramientos.

Hay también varias decisiones que no logro entender y que sin querer me sacan de la película. La primera de ellas es por qué los rusos hablan en inglés, más aún cuando el italiano que arranca la película si lo hace en su idioma. Veo una intención de llegar a un público internacional y compruebo que ésto se prioriza sobre otros aspectos. También me desconcierta el hecho de señalar algunos instantes temporales para ubicar al espectador, como por ejemplo indicar que la siguiente escena ocurre tres días después, algo imposible de colocar en una línea del tiempo rota, pues toda la película es un ir y venir por distintos momentos del pasado que abarcan unos siete años y que se mezclan sin seguir un orden temporal, sino al buen tuntún de la memoria.

El El cosmonauta es más que una película; sus autores han utilizado el concepto de Transmedia para crear otras piezas que expanden el universo de la película y se relacionan con ella. Una de estas pequeñas piezas es The Ritual, de Nicolas Alcalá y Bruno Teixidor, que se proyectó previamente a la película y que quiere narrarnos las supersticiones que todo cosmonauta en su sano juicio debe realizar antes de emprender una misión espacial.

De Argentina llegaba el corto Vacui Spacii, de Martín Eschoyez, que abrió esta sesión. Se trata de un trabajo experimental que juega con colores y sonidos y que se encuentra más próximo al ámbito de la vídeo-creación.

Javi Álvarezf
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